Cuando tras unos instantes de oscuridad blanca aparecieron los primeros rayos del sol, pensé que había muerto y ascendido al reino de los cielos. Pero el frescor de las nubes acariciándome el rostro y el olor a mar me devolvieron pronto a la realidad. A 2000 metros de altura, cuando la Panza de Burro toma las cimas de la Isla “Bonita” de La Palma, la sensación es asombrosa y difícil de expresar.
A tus pies, el mar de nubes. Sobre ti, el sol que ilumina con fuerza lo que hasta hace nada era un día gris cerrado. Y al frente, las cumbres de las otras islas canarias que como el Teíde en Tenerife, asoman de la alfombra blanca que lo cubre todo. Es el momento de sentarse, tomar aire y disfrutar de las vistas. Es un paisaje impresionante y una sensación verdaderamente inolvidable.
La isla canaria de La Palma es la de mayor altura en relación a su base de todo el planeta. Es decir, se trata un volcán negro y verde (en realidad, una serie de volcanes) que emerge con fuerza del Océano Atlántico en busca del azul.
Y en ese huida hacia arriba, el coloso recibe en ocasiones la visita de lo que se conoce como “la Panza de Burro”. Un mar de nubes que traen los vientos alisios del norte y que forman una pequeña borrasca de nubes bajas que dejan escapar de sus garras las zonas altas de la isla.
Es una situación similar a la que se produce cuando al elevarte en un avión superas la tormenta para encontrarte de nuevo con el sol sobre un manto de algodones blancos. Pero con la diferencia de hacerlo muy despacio y sintiendo la naturaleza en la piel. Porque el mar de nubes, no deja de ser una gran condensación de agua, húmeda, que refresca, que moja y que, cuando vienen muy cargadas, producen una lluvia diferente, una lluvia horizontal.
Esa es la razón por la que la isla de La Palma es tan verde. Las nubes de la Panza de Burro humedecen los bosques constantemente, y esto unido al sol canario produce una explosión de vida espectacular.
Pero lo más interesante de este fenómeno atmosférico es la belleza que genera. Por encima de las nubes se crea un paisaje de lo más curioso y bello. No es algo que uno vea todos los días. De hecho, es algo que mucha gente morirá sin ver y realmente merece la pena.
Sobre las nubes y bajo las cimas el silencio sólo es roto por el viento húmedo. Los rayos del sol reflejan en el mullido e irregular suelo blanco creando una claridad mayor a la de cualquier día soleado. Y como si de un océano se tratara, emergen pequeñas montañas de piedra que son las puntas del iceberg de las cercanas Islas Canarias de El Hierro, La Gomera y Tenerife.
Un espectáculo único, otra maravilla de las bien llamadas: Islas Afortunadas.
![]( "si dios existe, estaba ahí")
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